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VISIONES

Roque Larraquy. Pseudociencia ficción.

Cuento-reseña sobre La comemadre y La Telepatía Nacional, del escritor Roque Larraquy.


Agencia Nacional de Biodesarrollo, 14 de septiembre de 1922

De entre todos los impresionantes avances que estamos presenciando en la Agencia Nacional de Biodesarrollo, el sujeto 115A es quien más excitación está provocando entre esta pequeña comunidad científica. Procedo a describir a continuación, con tanto esfuerzo prosístico como científico, las alteraciones fisionómicas y conductuales del sujeto.

115A tiene dos partes bien diferenciadas que hemos reseñado como «frente» y «reverso». Siguiendo una equivalencia humana, Frente es la parte delantera del cuerpo, esa que enseña la cara, el pecho, el sexo. Reverso es la parte que consideramos trasera de nuestros cuerpos, la de la nuca, la espada, el culo o los talones.

La mañana del 2 de junio, la enfermera Lissabetzky informó aún con el susto en el cuerpo de la pérdida súbita de bigote y barriga del sujeto 115A. Nuestro primer pensamiento sobre la dulce Lissabetzky fue que había caído en algún tipo de locura femenina, pero ella insistió en que realizáramos una exploración exhaustiva. Certificamos que el sujeto había mutado en la comodidad de su celda. Tras más análisis, se ha concluido que la parte Frente del sujeto 115A tiene un aspecto perfectamente humano, solo que ese aspecto es líquido, variable. A veces hembra y a veces macho, por la mañana rubio y por la tarde moreno, un día gordo y otro día flaco. 115A, visto por delante, es un antropomorfo que cambia de rostro y complexión de forma azarosa o siguiendo un patrón por descubrir.

La primera idea sobre el origen de las transformaciones nos la dio la misma Lissabetzky, recordando que el sujeto había pedido salir al jardín con mayor frecuencia. Como en las celdas apenas hay estímulos, se consideró el sol de invierno de Tierra del Fuego como primera causa de sus oscilaciones corporales. Se sometió entonces al sujeto a un tratamiento lumínico, para ver si la luz derretía o hinchaba sus facciones. Descartamos los fotones a los pocos días, en parte por la falta de resultados y en parte por la epilepsia naciente que presentó el sujeto.

Los estudios siguientes consistieron en una revisión de todo lo experimentado con 115A desde su llegada a la Agencia Nacional de Biodesarrollo. Ni las inyecciones, ni las píldoras, ni los azotes, ni los ritos conductuales, todos metidos de nuevo en el organismo de 115A, revelaron información potable. El sujeto seguía cambiando azarosamente: a las 09:00 AM las nariz fina y a las 10:00 PM las cejas gruesas.

Al fin dimos con una pista. Fue después de trasladar el corpachón infartado del doctor Rojas, reanimarlo, tranquilizarlo, ponerle una toalla fría en la frente y no dudar de su testimonio. El médico contó que estaba haciendo una exploración rutinaria del sujeto 115A cuando levantó la mirada de la vía intravenosa y estableció contacto visual con él. En ese momento, el doctor Rojas dijo estar mirando a los ojos a su propio padre, el cual lleva dieciséis años muerto. Cuando consultamos el nuevo rostro de 115A vimos que, efectivamente, parecía una versión de anticuario del propio Rojas. Entendimos el shock del médico, que fue empaquetado en un vagón-hospital hacia Buenos Aires. Al poco recibimos una carta suya en la que nos explicaba su buen estado de salud, a pesar de unas nuevas ojeras de oso panda. Decía que lo hacían parecer deteriorado, pero que tapaban cualquier similitud con su padre.

Tras el episodio con el doctor Rojas, nos pusimos a estudiar las fotografías de los diferentes cambios de rostro de 115A, del que se llevaba un registro facial y corporal con el procedimiento gelatino-bromuro. En las placas secas sobre las que se imprimían los retratos solían aparecer manchas oscuras que hacían el repaso más tenebroso. Nubes espectrales se posaron silenciosamente sobre el proceso. El asunto se volvió definitivamente siniestro cuando todos y cada uno de los científicos de la Agencia, incluido yo mismo, reconocimos facciones o muecas propias en la colección de rostros del sujeto estudiado. De mí, vi unas orejas de cacahuete, los tonos amarillos de mis mejillas, el cuerpo redondo y los nudillos de los dedos engullidos entre grasa.

El fenómeno especular solo se producía con los científicos y doctores que trabajamos en la Agencia Nacional de Biodesarrollo. Con las enfermeras y administrativas, el efecto réplica era casi inexistente. Con paisanos contratados, a los que se les presentó al sujeto 115A con la espalda tapada con una manta de fieltro, tampoco había mímesis. Los doctores nos mirábamos con miedo. Todos menos el intrépido Acosta, que propuso exponerse al sujeto durante meses a ver si podía convertirlo en un doble exacto de sí mismo. Cuando informamos de nuestro descubrimiento a las pocas personas debidas del gobierno, solo se les ocurrió enviar a un chamán amazónico experto en fisiognomía. Nos dijeron que ese medio druida conocía las correspondencias entre las facciones de las caras y el carácter bajo ellas. Nunca lo supimos. Como pasó tres días con una venda negra en los ojos hasta llegar a nuestra ubicación secreta, pensó que las transformaciones de 115A se producían en su mente y no en nuestro laboratorio debido el desuso reciente de su percepción. El experimento fue un empate a nada: ni el chamán llegó a leer los rostros del sujeto 115A, ni el sujeto 115A duplicó el rostro del chamán.

Así confirmamos que solo nosotros convertíamos al sujeto en espejo. Eso nos hizo valorar la inteligencia o los perfumes caros como motivo de sus transformación. Aún continuamos trabajando en lo que hemos denominado como Teoría jerárquico-especular.

Si la parte Frente del sujeto 115A nos ha llevado a la más absoluta confusión, la parte Reverso ha inoculado a esa confusión, asco. Visto de perfil, el sujeto 115A cambia abruptamente a la mitad para volverse distinto, revuelto. Si Frente imita la fisionomía humana a la perfección, Reverso la desordena entre el boceto y el vómito. Por detrás, el sujeto 115A tiene la piel rota en tiras como papel de regalo, ofreciendo al mundo un agujero de vísceras desubicadas que te absorbe la mente. Es como quitar la tapa de una espalda para ver su mecanismo interno y descubrir un anti-mapa. De la nuca al talón, la lógica vertical del organismo se descontrola y los sistemas quedan colgando, en una performance que va desde la repugnancia a la abstracción. Y no puedes evitar apartar la mirada de ese accidente y notas cómo te quita lascas cerebrales. Aún tenemos mucho que estudiar, pero algún tipo de succión mental se produce en el patio trasero del sujeto 115A. Yo mismo no recuerdo el color de las vías de Buenos Aires ni la capital de Tanzania, datos que desde niño y ayer manejaba. Tampoco recuerdo con certeza la sensación de saciedad al beber agua. Después de horas de trabajo, meto la boca bajo los grifos de la Agencia y noto parcial la sensación de alivio, como con un poco de arena. El agua me hace surcos de sabor perdido en la garganta.

Lissabetzky dice no haber sufrido trepanaciones por la espalda del sujeto 115A, y eso que se pasa horas fascinada por esa catástrofe. Le gusta girar sobre el sujeto para ver sus dos facies y acto seguido charlar banalmente con él para admirar que siga vivo. Hace unos días le preguntó, delante de mí, si sabía cuál era la capital de Tanzania. A Acosta, a quien le frustramos su plan de clonación, ahora quiere ser absorbido al completo por el agujero de Reverso y pasar, según él, a otra dimensión. Nos está costando más frustrar este plan que el anterior. Tenemos medios de control para evitar que los ejemplares estudiados se suiciden, pero no se han previsto protocolos para evitar que los doctores se inmolen.

La realidad es que Reverso no parece descifrable para nosotros. Por lo menos no con nuestras herramientas cognitivas actuales. El hecho de que el sujeto 115A continúe con vida a pesar de lo ilógico de su parte trasera nos llevará a darle muchas vueltas a la definición de «ser vivo». Sospechamos que la morfología de este nuevo ente, roto pero vivo, tiene que ver con alguna disolución botánica o transfusión zoológica de las aplicadas durante la experimentación. Si los trabajos con la planta comemadre revelan un límite difuso entre el reino vegetal y el animal, el sujeto 115A plantea la misma pregunta entre el reino animal y la demonología.

Hay unas pocas manchas, o abscesos, o intuiciones, que transpiran de Reverso a Frente, pero nada de lo que se ve de primeras prepara para lo que viene detrás.


Agencia Nacional de Biodesarrollo, 1 de febrero de 1923

¿Recuerdan que la toma de riesgos para la consecución de los ambiciosos objetivos de la Agencia Nacional de Biodesarrollo fue firmada como el sexto de sus preceptos fundamentales? ¿Recuerdan que para hacer de Argentina una grandeza como no se ha visto en el planeta convinimos, entre abrazos, que se debían asumir peligros a los que no se habían atrevido otros grandes imperios en la historia? ¿Recuerdan, por la propia experiencia de sus vidas de próceres y ricohombres, que la naturaleza del éxito crece sobre un humus de problemas? Apelando así a lo firmado, abrazado y vivido, comunicamos al gobierno de la nación un grave estallido en la Agencia Nacional de Biodesarrollo. Dicho estallido fue seguido de la fuga del sujeto 115A. En que recabemos más información, y sin dejar de subsanar, completaremos un informe detallado de riesgos, peligros y problemas.


Harold Bloom a su editor, 1988

Yo quiero al poeta, poeta. No persona. La gran literatura emana, no se modifica desde fuera. ¿Qué carcome la arquitectura metafórica, original y gramática de una obra? La reivindicación social. ¿Quién es el asesino de la sabia dicción? El tartamudeo relativista. Por eso el feminismo, el marxismo, el nuevo historicismo, el deconstruccionismo y la semiótica están armando barullo en La Escuela del Resentimiento. Equivocados del lirismo que, creyendo ver nuevas formas en los textos, se han quedado ciegos al camino de Shakespeare, que es el camino de la literatura. Y lo peor es que no están solos, amigo mío, porque desde Argentina llegan nuevas formas. En la Escuela del Resentimiento se escuchan psicofonías de pseudociencia ficción…

Entrevista al escritor Roque Larraquy en el Centro Cultural Kirchner. Todos los derechos reservados.

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