Robe y sus investigadores pasean por el jardín botánico de Mayéutica. Un frescor de riego humedece lo verde, lo borde y lo bardo de la súper-canción. La temperatura es agradable para los hombres y las plantas, que charlan, se mecen y se cruzan. El ser vivo comunica sus aromas. Robe y sus naturalistas exploran su vergel con mimo, usando ojos nuevos, inventados, para desmigar exotismo del pan de cada día. Texturas, olores, colores, volúmenes, direcciones, tamaños. Todo puede ser girado una vez más. En mitad de la exploración, el grupo de investigadores se detiene ante el anuncio de floración de un verde amigo. Es una planta conocida, que ahora exige reconocimiento. Es una planta ya creada, que ahora comienza a recrearse. Robe deja su guitarra en el suelo y corta con los dedos un esqueje. Un esqueje de Mayéutica seleccionado por su potencial. Un atisbo de fuerzas. Una visión de primavera. Y con el trozo de planta entre las manos, con el tallo aún goteando savia bruta y rebosando humus entre los dedos, Robe levanta la vista y encuentra la silueta transparente del Palacio de Congresos de Plasencia. Allí se plantará y crecerá de nuevo.

Del Primer movimiento: después de la catarsis brota Ininteligible, como quien por error cae en una línea temporal del multiverso a la que no estaba predestinado. Dos gemelos separados al nacer: uno, el criado al cobijo de Mayéutica, es sereno y romántico; el otro, el crecido en aislamiento, es un imperativo violento. Uno, piel de violín con pinturas de guitarra eléctrica; el otro, cuerpazo de guitarra eléctrica con osamenta de violín.
En estos extraños tiempos postpandémicos, ROBE ha tenido que partir el pecho de su propia gira y sacarle de dentro este single como un hueso de melocotón. Así, esta segunda tanda de conciertos titulados “Ahora es cuando” (después de “Ahora es el momento”) tienen el aliciente de Ininteligible además de la renovación del setlist. El género ROBE sigue en marcha con la convicción y la alegría de seguir rodando, barriendo con los traumas internos (Live Nation) y los del inconsciente colectivo (el fin de Extremoduro). La catarsis también se ha producido en esta línea temporal. La nueva córnea no se empaña:
Yo ya he visto la luz
Sentado al borde de una charca, Roberto Iniesta tira piedritas al agua provocando ondas de pequeña distorsión que croan. Sobre ellas juegan la guitarrana y el mosquiviolín. Reflejados en el agua de la charca, la luna y el amor, los dos astros aproximados con el magnetismo de Mayéutica, no renuncian a su ser indomable. Los poetas son satélites de reflejos. Los poetas creen que crean, pero solo eligen tótems:
Y le rezo a la luna Por si me ayuda Y le rezo al amor Por si me da valor Por si me ayuda
Ininteligible revienta enseguida hacia un rock duro como el diamante, rayado con violín. Alber Fuentes no pega, abomba. Y abulta el desbocado sexteto de cuerda: las de las guitarras de Woody Amores y Robe Iniesta, las del violín de Carlitos Pérez, las del bajo de David Lerman y las de las laringes del frontman y Lorenzo González. Álvaro Rodríguez Barroso, al teclado, cierra los poros de la roca. Robe, sentado frente a la charca, emparedado entre el bien y el mal, solo responde ante los jueces naturales. Les insiste con sus estructuras líricas sencillas y por ello musicales:
Juro decir la verdad Y solamente la verdad Lo he pasado bien Y lo he pasado mal Me he sentido bien Y me he sentido mal
Tozudo desde tiempos inmemoriales, el letrista sigue empecinado en su vieja manera de hacer las cosas: a cabezazos contra su propio pecho. Y la música de su actual declaración es una lluvia de piedras sobre una sierra de sierras eléctricas. Aunque hace dos discos la duda desviara sutilmente la columna (Juro que renegué / De todo lo anterior / Y no lo siento. / Dirán que deserté / Y que no tuve valor / Quizás sea cierto.), ahora es cuando no existe el arrepentimiento:
Pero volvería a hacerlo igual Arriesgando todo igual Y volvería ganar Y volvería a perder Y volvería a volar Y volvería a caer
La expresión “quemar las naves” se atribuye a Hernán Cortés, quien mandó hundir, que no incinerar, sus barcos para que ninguno de sus soldados tuviera la tentación de volver a casa y forzarlos a la conquista. Mucho más rey de Extremadura (por servirse del arte y la filosofía) que aquel cuya estatua mancharon en Medellín y de quien ya renegó en V Centenario o Extremaydura, Roberto Iniesta reutiliza la expresión de modo muy literal. Solo que cambia la invasión por la defensa. Y lo hace para arrancarse de cuajo el libre albedrío, escribiéndose un destino a base de intensidad. Vuelca carbón en la caldera de los instintos y no conocerán opciones:
Quiero decirte que quemé Todas las naves cada vez Sólo para que de verdad Plantar cara o escapar Me fuera siempre inelegible
Robe monta una mula que va dejando atrás desfiladeros poéticos y escabrosos para, atravesando montañas, asomarse a valles más amplios y filosóficos. “Inelegible” es otra de esas flores difíciles que últimamente huele el viajero placentino, como también lo han sido “constitutivos”, “incrimine” o “cataclismo”. El paisaje de referencias y desarrollos va cambiando con los años, según la mula pace de la poesía a la filosofía:
Si en Del tiempo perdido, se requería la magnitud física de la duración para estar contigo las horas / Para estar contigo despierto / Para hacerle al mundo mejoras / Y para volar además de Para ver crecer amapolas / Para estar contigo en las nubes / Para celebrar el momento / Y para ser mejor, aquí se compromete en la explicación de la utopía. Toda una vida de intentar crear el sitio mejor, de buscar planetas en el inabarcable espacio interior lejos de este mundo violador (Nana cruel) y torcido (Por ser un pervertido), al que hay que renunciar (Hoy al mundo renuncio) para esperar su destrucción (Cartas desde Gaia y Puta humanidad). Si en nuestra Tierra se interpreta la ignorancia como felicidad, en ese otro sitio la prosperidad se identifica con la comprensión. Con querer… entender:
Quiero decirte que empeñé Todo mi tiempo en describir Un paraíso en un papel Donde podamos vivir Y nada sea ininteligible
El grupo Tabletom también tiene una canción llamada Ininteligible, de modo que se especuló con una posible versión de ROBE que finalmente no ha sido. Aquí dejo la de Tabletom para quien quiera probar a comprender el ininteligible yo de Rockberto González o fantasear con una relectura de ROBE:
Robe, a lo suyo, suena a bulldog con flemas bailando una haka en una frase difícilmente comprensible bajo los esputos. La forma somatiza el fondo de la canción, igual que el arbolito solloza en Donde se rompen las olas o el lobo aúlla en el Tercer movimiento: un instante de luz. Interpretaciones de buen gusto que dan más realidad a los temas, que apegan continente y contenido. Este fraseo ininteligible también me ha recordado a los pasajes de Poema sobrecogido donde se partían las frases en sílabas, solo que entonces se embadurnaban de un coro femenino aflamencado y ahora se espachurran contra el suelo. Fonemas destripados sobre guitarras nerviosas. Tras la breve haka de Monfragüe, otra típica referencia al vuelo, esta vez un poco más enérgica que en las últimas ocasiones:
Nada me detiene ni me toca No hay suelo debajo de mis botas
La impresionante voz de Lorenzo canaliza la emoción hacia el estribillo pasando del eco a la épica. En un agudo sostenido que parece tener infinitos estadios de profundidad, afila las más graves reiteraciones de Robe. En el Segundo movimiento: Mierda de filosofía, el escritor no se plantea ni asomarse al fondo de sí mismo para no perder el equilibrio y hundirse en la falla. En el furibundo Tercer movimiento: lo de dentro, en cambio, sí se atreve a prospectarse: Se volvió a gusano, mariposa / cansado de volar y no poder / arrastrarse al fondo de las cosas. / A ver si dentro puede comprender. Ahora, en Ininteligible, continúa con ese descenso sin retorno, guiado por la voz excavadora de Lorenzo e hiriéndose con los salientes cortantes del pozo. Todo para llegar a lo más profundo y darse de bruces contra la misma nada de arriba, de los lados, de todos los sitios:
Y voy dejándome caer Dejándome llevar Dejándome la piel Que ya no hay vuelta atrás Llegué a lo más profundo Y no encuentro explicación
¡Espera!
Alber Fuentes machaca la batería con saña decidido a romper más, a encontrar más, a seguir más. Los temblores de la percusión remueven el fondo, el suelo se desequilibra y algo reluciente aparece entre el polvo. Con la misma mano que había cortado el esqueje, Robe alcanza el objeto y le limpia la roña pegada con la camiseta y lo sopla. Es un vestigio arqueológico, que es a la vez una verdad vigente. Es un artefacto equivocado, desigual, que es también una sentencia compartida. Un grabado en otra lengua. Una inscripción que no pertenece a esta Tierra:
No somos de este mundo nosotros dos
El discurso y la furia se capan en un instante de silencio que antecede al estribillo, gritado al oído y al mundo desde una torre que se derrumba. El amor no solo es la hegemonía motriz, sino el poder transformador de diluir a dos individuos en una estela de polvo cósmico. La pareja es inmaterial e inalcanzable: la huella de una unidad sin pies lanzada hacia una búsqueda perpetua. Vibraciones en la ausencia. Lo ha sido así desde el origen (Ni tú, / ni yo / ni perro que nos ladre / ni el calor del sol) y lo sigue siendo ahora:
Ni tu, ni yo Amor, aquí ya no nos queda nada ¡Vámonos! Ni tú, ni yo El mundo no nos interesa nada ¡Nada!
Los dos primeros álbumes de ROBE pudieron apuntar a una bajada de revoluciones acorde con el paso de los años. Parecía que Robe Iniesta se estaba acomodando un final de carrera poco aparatoso, más próximo a la intimidad de la música de cámara. Entonces, la energía se redistribuyó en instrumentos menos escandalosos que la guitarra eléctrica. Hasta que, como el ADN recuperado del mamut, volvió. El fichaje de Woody Amores potenció de rock Mayéutica y reconvirtió a los seguidores de Extremoduro escépticos con la nueva formación de ROBE. Tocar en teatros, con el público sentado, ha sido una coyuntura forzada por la pandemia y no una hoja de ruta. Robe parece seguir disfrutando los pabellones, las plazas abiertas y el vigor del rock. Aunque repintadas, las banderas de casa siguen siendo ropa colgá del tendido eléctrico. Y Woody Amores va acumulando estrella digitando como un esquizofrénico. Un solo de dos partes bien sonoras y diferenciadas, en el que se va cruzando o enhebrando con el violín de Carlitos Pérez, reinicia lo ininteligible:
Yo ya he visto la luz Y le rezo a la luna Por si me ayuda Y le rezo al amor Por si me da valor Por si me ayuda
Robe pasea por el río, ese en el que o bien nadie se baña dos veces (Gira 2017) o es el mismo de siempre (¡Qué borde era mi valle!). Recoge plásticos, aparta latas a patadas, protege plantas. Una conciencia ecológica guía sus alas de limo desde el primer cassette. Es un sauce enamorado. Alber dispara y Carlitos chilla lo que Robe rumia. Contra todo. Insiste en los reproches de Locura transitoria (Si alguien me / denuncia / di que yo / no he sido / que el mundo ha / ce tiempo / que estaba / podrido), Por ser un pervertido (¿Será el eje de rotación, / que hace que esté torcido / el mundo en que vivimos?) y Cuarto movimiento: yo no soy el dueño de mis emociones (Una luz de agarradero, / necesito, porque el suelo / se mueve. / En serio, / se mueve / y me desequilibra). Y recrudece el yo más que en el estribillo, como asumiendo culpa en este crimen natural.
Y este mundo está podrido Entero desequilibrado Por aquí no hemos pasado aún Cuánta mierda en este lado En este lado del río Por aquí no hemos pasado aún Ni tú, ni yo
Como escritor, Robe ha desarrollado una poética de la claridad cantada con diferentes herramientas: expresiones coloquiales, insultos, aliteraciones, repetición de símbolos, ayes, construcciones equilibradas. Siempre comprensible, exponiendo sin secretos, imitando a la evidencia. En los tiempos actuales, tan (afortunadamente) dados la vuelta por nuevas sensibilidades sociales como el feminismo o el antirracismo, se ha abierto un abismo entre las palabras de ayer y las de hoy. Y, muy probablemente, se abrirán más abismos con las palabras del mañana. Estas expresiones y metáforas quedarán caducas con el trasiego de la sociedad y se convertirán en restos arqueológicos de una vieja forma de pensar. Y eso significará el avance de la humanidad. Robe defiende un lenguaje que ni recupera del pasado ni anticipa del futuro: es un registro aislado en el presente. Una forma de expresión y una forma de vivir tan directas que, a lo bruto o a lo tierno, no tienen dobleces. El decir certero no es un recuerdo ni una visión, sino una representación inflamable de la actualidad. De uno mismo en su contemporaneidad. Si así se pulen las palabras, los bordes del abismo quedarán perfectamente nítidos y el progreso de la humanidad categorizado:
Puede que hoy no se me entienda bien Y puede que mañana no se entienda Y que la culpa caiga sobre mi Por hablar siempre entre dientes (Gruñidos)
La tierra descarga otra batería de latidos y el pavimento cruje. Del suelo del Palacio de Congresos de Plasencia crecen, como a devorar la luz de los focos y del sol, alienígenas plantas carnívoras. Tallos gruesos como columnas redefinen la sostenibilidad. Voltaje de verdes violentos. Árboles con bocas sin lengua visten de nuevo el edificio. Tormenta de copos de polen.

Los bomberos relegan a la policía y evacúan la zona. Los artistas, disfrazados, agarran mangueras y se cuelan para verlo todo de cerca. Los botánicos escrutan la nueva forma de vida. Los chamanes se embelesan con el nuevo ídolo. Los fieles debutantes se congregan. Los veteranos, avergonzados de las primeras dudas, vuelven. Una poeta en chubasquero se salta el perímetro de seguridad y cruza hacia los grandes tallos. Se sacude el polen amarillo de los hombros y se retira la capucha. Gotas de agua en suspensión se deshacen en su rostro. Hojas como sábanas empaquetan el palacio. Espinas y colmillos hacen la fotosíntesis a su alrededor. Abre los brazos bajo la cúpula boscosa, que ya domina todo el edificio. Una hoja, que aún sangra un pájaro entre los dientes, se desprende del techo. Y se deja caer, alborotada por el estruendo interior, hasta los brazos de la chica, que la acuna entre relámpagos verdes.
Inclinad vuestros pies con polen. Inclinad vuestras manos con polen. Inclinad la cabeza con polen. Entonces vuestros pies son polen, vuestras manos son polen, vuestro cuerpo es polen, vuestra mente es polen, vuestra voz es polen. La huella es hermosa. Quedaos quietos.Leyendas de los Navajos.